Hombres de agua (Máquina de escribir)

"Máquina de escribir" de Héctor Iván González, Coordinador de “La Escritura poliédrica. Ensayos sobre Daniel Sada”, Becario del Fonca en el Género de Novela. Esta es su publicación de crítica, creación y reseñas.

martes, 7 de noviembre de 2017

Nellie Campobello, el clásico talento individual


A las mujeres del norte

Proemio
Al escuchar el nombre de Nellie Campobello surge una evocación involuntaria. Muchos no saben a dónde los llevará, algunos la siguen, otros se detienen y piden alguna referencia, pero todos tienen una reminiscencia, por vaga que ésta sea.
Hay quien la relaciona con una figura duranguense paralela a la de Dolores del Río, otros la equiparan a personalidades como Frida Kahlo, Nahui Ollín o Antonieta Rivas Mercado. Y por supuesto, en el campo de las letras, cada vez más es mayor el número de críticos que reclaman un lugar para Campobello en la lista de nuestros autores fundamentales. (Por ejemplo, Margo Glantz señaló que “con excepción de Nellie Campobello, creo que no hay ningún otro personaje femenino que se equipare con Elena Garro. Son dos escritoras extraordinarias, de una gran importancia, pero que no han sido suficientemente reconocidas como sí se reconoce a Martín Luis Guzmán”.) En suma, el nombre de Nellie Campobello logró ser –en uno de los periodos más ricos de la cultura en México– el sinónimo de una inspiración para los artistas de nuestro país.
Podemos mencionar casos como los de Alicia Markova y Anton Dolin, a quienes Campobello invitó –desde su carácter de fundadora– al Ballet de la Ciudad de México; o también, el del septuagenario José Clemente Orozco, a quien infundió una energía renovadora al invitarlo a ejercitarse en el bastidor, explorando nuevas alternativas plásticas.
El mismo fenómeno se dio en la literatura mexicana, pues inspiró tópicos e imágenes a varios autores, entre ellos, podemos mencionar al escritor mexicano más enigmático de nuestro siglo, Juan Rulfo. Tomando en cuenta lo anterior, puedo pensar que la figura campobelleana tendrá que ser analizada, de la misma forma: aproximándose a partir de varias disciplinas.
He aquí el texto de alguien que se explica el mundo con y desde las letras y que cree justo iniciar una discusión acerca del valor e importancia de Nellie Campobello en la cultura mexicana.

I. Misterio y encanto
En México los artistas son un reflejo de la abigarrada idiosincrasia del pueblo y de su historia. En personalidades disímiles como la del Nigromante, Gamboa, Alfonso Reyes, Pita Amor, Siqueiros, Elena Garro, Jorge Cuesta o Frida Kahlo, la cultura mexicana ha dejado una impronta ineludible; también los ha dotado de un cariz de genialidad empapada de locura, y de una manera fascinante ha tocado sus biografías concretas. Uno de estos casos donde el dolor, la aventura, la fascinación y el misterio están presentes es el de Nellie Campobello, figura claramente representativa de la Revolución Mexicana. Una mujer como miles que presenció hechos tan crueles como inverosímiles, pero que a diferencia de la mayoría sobrevivió logrando una testificata más allá de la anécdota, convirtiéndose en una precursora de la literatura de su siglo.
Nacida en Villa Ocampo, Durango, el 7 de noviembre de 1900 y bautizada con el nombre de Francisca Luna, la escritora varios años después adoptó el nombre de una de sus mascotas, ”la Nelly”, y el apellido del padre de su media hermana, Ernest Campbell, castellanizándolo. Desde el inicio de su vida fue una niña marcada por el caos de dos vertientes, la familiar y la nacional, una niña que llevó el misterio de su origen paterno a cuestas.
Según los investigadores Flor García Rufino y Jesús Vargas Valdés, esto se debe a que Nellie fue concebida por una relación endogámica entre Rafaela Luna y el hijo de su hermana Florencia, Felipe de Jesús Moya Luna; quizá el reproche social que padeció esté retratado en el apartado “Su falda” de Las Manos de Mamá (1937):
»Yo no había olvidado la noche en que una señora alta, de nariz fina, me llevó de la mano sin decir nada. Puertas grandes que se abren, sonidos de cerrojos, Mamá allá en un cuarto alumbrado por un foco opaco, sentada en una banquita dándole de mamar a su hijita. [...] Me senté en el suelo, a los pies de Mamá, viendo a una y a otra. “Está todo listo para mañana” –dijo, en tono de mucha confianza. ¿Quién es?, decía mi curiosidad–. “No hay esperanza –siguió diciendo–; todo está en contra tuya, ten fe en Dios; esa gente está muy fuerte y lo que quiere es quitarte a tus hijos”. “Mis hijos son míos –dijo su limpia voz–; nadie me los quitará”. Sus voces y sus palabras daban a entender que Ella estaba en peligro. ¿Las leyes de los hombres trataban de desbaratar nuestro mundo?

Y continúa en el apartado siguiente:
»Mi salvación la tenía Dios; entonces comprendí que estaba en mi mano. Me rompí la blusa y una manga. Esperé la mañana, y con mi hija en brazos me presenté antes mis jueces. No levanté los ojos a verlos. Oí las voces de mis enemigos. Me acusaban. Todos discutían. Mis ojos, mi corazón, mis manos estaban hechos nudo en el bultito que formábamos mi hija de un año y yo. [...] Apenas me iba reponiendo del susto de todas aquellas palabras extrañas que decían las gentes que vivían en la ciudad. Comprendí que la ley hecha por los hombres iba a ayudarme. Rápidamente me acordé de mi padre, de sus consejos: “No, mi alma, hay que estar dentro de la ley para defenderse. Los tinterillos, los huizacheros, son gente muy técnica –me había dicho él.

Como nos muestran estos fragmentos, doña Rafaela fue el epicentro de toda la obra campobelleana, figura concreta de todo lo que admiraba Nellie. Después de haber vivido brevemente en la Capital de Chihuahua, ya instalados en Hidalgo del Parral, ella marcó su infancia con sus narraciones. En ese poblado se llevaban a cabo las batallas de una decadente División del Norte frente a un cada vez más corrompido ejército carrancista. Todo esto Nellie lo relatará creando estilo en su obra maestra Cartucho. Relatos de la lucha en el norte de México (1931).
Sin embargo, Rafaela no sólo era admirada por su hija sino por gran parte del sector progresista del Parral; personalidad cercana al Tata Villa, Doña Rafaela fungía como pocos el puesto honorario de soldadera: miembro sin nombramiento con más responsabilidades que la tropa (véanse “Los heridos de Pancho Villa” de Cartucho o “Gente de tropa” de Las Manos de Mamá), y ningún privilegio frente a los primeros círculos de la División; fue un testigo involuntario de aquella época de ilusiones perdidas que empieza en 1915 y finaliza en 1923 con la muerte del Centauro del Norte. Inevitablemente, Nellie fue un testigo mudo de un testigo circunstancial; logra, como en el ensayo de Borges (“Boecio, imagina un espectador de una carrera de caballos. Este espectador es espectador del espectador y espectador de la carrera”), una mirada que sigue el movimiento a través de los ojos del espectador, su madre.
Una búsqueda pasiva será el leit motiv en sus primeros pasos de infancia, mientras anda por las calles del Parral el mundo se le entrega sin ningún velo protector, tan sola y tan alegremente inocente no la conmueve nada de lo que frente a ella ocurre:
»El oficial, junto a ellos, va dando las señales con la espada; cuando la elevó como para picar el cielo, salieron de los treinta diez fogonazos que se incrustaron en su cuerpo hinchado de alcohol y cobardía. Un salto terrible al recibir los balazos, luego cayó manándole sangre por muchos agujeros. Sus manos se le quedaron pegadas en la boca. Allí estuvo tirado tres días; se lo llevaron una tarde, quién sabe quién.
Como estuvo tres noches tirado, ya me había acostumbrado a ver el garabato de su cuerpo, caído hacia su izquierda con las manos en la cara, durmiendo allí, junto de mí. Me parecía mío aquel muerto. Había momentos que, temerosa de que se lo hubieran llevado, me levantaba corriendo y me trepaba en la ventana, era mi obsesión en las noches, me gustaba verlo porque me parecía que tenía mucho miedo.

Inmediatamente salta a la vista la capacidad de contar asuntos crueles con una gran candidez, una nube de desenfado cubre el relato mientras es evocado. Al parecer esta capacidad es propia de los niños (pienso en “El durmiente del valle” de Rimbaud), para quienes la vida contiene un misterio y un encanto que se pierde con el tiempo. No obstante, sin estar exenta de los reveses de la vida, Nellie mantuvo este cariz. Podemos mencionar algunos incidentes, por ejemplo: a los 19 años tuvo un bebé (José Raúl Moya) que murió dos años después. El padre del niño parece haber sido Alfredo Chávez, quien con el tiempo se convertiría en Gobernador del estado, y a quien dedica varios poemas de su primer libro, Francisca Yo (1929), el cual contaba con una ilustración y prólogo del Dr. Atl y que cambiaría de título a Yo por Francisca.
También sucede que, en septiembre de 1922 y viviendo en la ciudad de Chihuahua, fallece doña Rafaela, lo cual, independientemente del dolor que le causa, la obliga a hacerse cargo de su hermana menor, Soledad, quien se convertirá en la bailarina Gloria Campobello.
Vale la pena señalar que como en las líneas anteriores, para Nellie todo estaba en movimiento, nada era para siempre, su vida era una constante tránsito: todo estaba en vías de ser. Pero su forma de ver la vida no se dañó, la mirada cándida, los ojos para los cuales todo era nuevo no se alteraron. Su figura representa al centro, al agua que siempre busca su nivel, y que mientras se da a los otros más se acrecienta su dimensión. A lo largo de su vida se mantiene en un ir y venir, en un cambio que la traerá a la Ciudad de México, la llevara al extranjero (Florida, La Habana, Nuevo México), y a distintas ciudades del interior del país, encabezando un movimiento cultural que la convertirá en una personalidad fundamental del medio artístico.

II. Invención de una narrativa
Evidentemente la figura de Nellie Campobello aún no cuenta con el reconocimiento que merece; al parecer esto es debido a varias situaciones: el conservadurismo de varios críticos frente a una defensora del villismo, la precaria distribución de sus textos y el poco interés de un público –como el mexicano– que en sus gustos participa tanto del centralismo como del machismo; y que se aleja de todo aquello que no esté marcado con el marchamo de lo “generacional”. Sin embargo, la obra de Campobello representa una de las mejores y más representativas de la tradición en la literatura universal, su manera de narrar hechos terribles y su olfato para encontrar –a través de la frase adecuada– el giro narrativo, crearon escuela y encontraron un nuevo espacio de creación.
Y no sólo eso, obra propone como pocas literaturas una nueva perspectiva sobre obras precedentes. Mediante la invención de una narrativa novísima Campobello dio una posibilidad a la narración de cosas inenarrables sin fatalismo. Situación renovadora que, por citar un ejemplo, se dio en la literatura europea después del lanzamiento de las bombas nucleares en Hiroshima y Nagasaki cuando la generación de "Le nouveau roman" (La nueva novela) sugirió en sus temáticas la narración de detalles catastróficos siempre y cuando inspiraran una necesidad de renovación; una meditación del dolor en tanto efímero y argumentando el olvido como alternativa para preservar la vida. Ideas que ciertamente no estaban alejadas de lo que fungía como base en las obras del siglo XIX –como en Dumas o Flaubert. Sin embargo podrían reprocharnos que Campobello tuvo una formación académica limitada, lo cual es cierto. Nellie no obtuvo grado de maestra, sin embargo al recorrer sus líneas se puede encontrar elementos de una tradición perfectamente bien asimilada; no solamente sucede esto al leer en “Los hombres de Urbina” la mención de tres libros enviados al prisionero Santos Ruiz, entre éstos un ejemplar de Los tres mosqueteros (vale mencionar que la obra más célebre de Alexandre Dumas es una obra que expone la crueldad del azar, y la posible miseria humana, elementos que en las versiones abreviadas y cinematográficas siempre son abrogados), sino que por dar un ejemplo también hay una traslación del mito homérico en un personaje de Cartucho:
»Dijo que a José lo habían matado en una traición y que José para acá y José para allá, dijo muchas cosas; el caso es que José Rodríguez había nacido en Satevó, un día se volvió general villista, valiente, joven, sabía montar a caballo, conocía la sierra, estuvo en muchos combates, y en todas las peleas los hombros fuertes y anchos de José Rodríguez se abrían paso dejando enemigos caídos. No era peleonero ni hablador. Un día su jefe de Estado Mayor lo traicionó, lo hizo para quitarle el dinero que traía en la silla de su caballo. José Rodríguez se puso muy triste –yo creo que muy enojado–, por eso se dio un balazo en el cuello; nada más que cuando se lo iba a disparar le arrebataron la pistola.

¿No hay en estas líneas una actualización de la ira de Aquiles frente a Agamenón? ¿Es posible encontrar una tradición que no tenga que pasar forzosamente por la escuela? ¿O es qué Homero y Dumas necesitan exegetas para ser comprendidos? Quizá no; y a partir de estas líneas la obra de Campobello se pueda relacionar con conceptos tan universales como los de un poeta y ensayista estadounidense, como T. S. Eliot:
»El sentido histórico implica una percepción no sólo de lo pasado del pasado, sino de su transcurrir; el sentido histórico obliga a un hombre a escribir no solamente con su propia generación en el cuerpo, sino con el sentimiento total de que, la literatura de Europa desde Homero, con aquella totalidad de la literatura de su propio país, tiene una existencia y un orden simultáneo.
Nellie narra el microcosmos del Parral, y crea una serie de personajes con el barro que le proporcionan las luchas encarnizadas, sin embargo utiliza los elementos reales para fabricar sus ficciones. Felipe Ángeles, “Cartucho”, “el Kirilí”, “Mamá”, Pablo y Martín López son seres reales que a veces tienen alguna modificación en sus nombres, pero que de todos podríamos encontrar información mediante otras fuentes; aunque en Nellie todos ellos son elementos de artificio, personajes que le permiten mostrar lo que su alma necesita decir. Y mediante su ingenio alcanza los registros que una obra de arte debe poseer: conmoción, asombro, duda, ternura, lástima y frustración. Ya que, parafraseando a Faulkner, la técnica no sirve de nada si no está en función de ambiciones más altas. Y en la obra de Campobello permanece la ambición de mostrarnos el rostro más cruel de la crueldad, lo más despiadado de nuestras sombras, con la intención de reflejarnos esa bestialidad que el hombre puede alcanzar sin importar las supuestas eras de desarrollo o modernidad alcanzadas. Sus personajes están en una dicotomía entre la absoluta indolencia y la sensibilidad a flor de piel. Podemos traer a cuento un ejemplo:
»Gudelio, enemigo personal de Catarino, lo hizo su prisionero, lo montó en una mula y lo paseó en las calles del Parral. Traía las orejas cortadas y, prendidas de un pedacito, le colgaban; Gudelio era especialista en cortar orejas a las gentes. Por muchas heridas en las costillas le chorreaba sangre. En medio de cuatro militares, a caballo, lo llevaban. [...] Entonces dijo Uribe que no quería gastar ni una bala para hacerlo morir. Le quitaron los zapatos y lo metieron por en medio de la vía, con orden de que corrieran los soldados junto con él y que lo dejaran hasta que cayera muerto. [...] Catarino Acosta duró tirado ocho días. Ya estaba comido por los cuervos cuando pudieron levantar sus restos.
La prosa de Campobello se confunde con la descripción de la tragedia griega, como si la crueldad de Medea se repitiera en el Parral, o en cada uno de los soldados torturados estuviera Prometeo redivivo, dando muestras de que los hombres no hemos aprendido nada.

III. Los herederos
Al ver una obra tan amplia, una geografía poblada por hombres que recorren las calles en un estado entre la vida y la muerte, o al presenciar las risas en medio de las desgracia, podemos pensar en la literatura que cuenta el México profundo, y preguntarnos quién pudo abrevar en estas aguas. En tal caso, tendríamos que hacer referencia a “El silencio de Nellie Campobello”, prólogo a Cartucho de Jorge Aguilar Mora, donde denomina a esta obra como la señal de un camino, o montículo, que sirvió como derrotero a dos gigantes de la literatura latinoamericana, Juan Rulfo y Gabriel García Márquez:
»Cien años de soledad no hubiera sido posible sin Pedro Páramo y Pedro Páramo no hubiera sido posible sin Cartucho..., señala Aguilar Mora. Ésta anticipa lúcidamente muchos rasgos que definirían el estilo de Rulfo: ese trato constante de las palabras con el silencio; ese parentesco en acción del silencio con la sobriedad irónica, tierna, de frases elípticas, breves, brevísimas, a veces casi imposiblemente breves; [...] esas metáforas súbitas y reveladoras de una acendrada unidad y fragilidad del mundo en donde lo humano y la naturaleza dejan de oponerse; esa convicción profunda, terrenal de que el lenguaje, su lenguaje, corresponde a una experiencia propia e intransferible.

De tal suerte que podemos pensar que no hay genio o talento independiente, sino un continuo desarrollo en la madurez de una sociedad, un actuar, un lenguaje y una literatura. Y lo que permite desarrollar un tipo específico de literatura es claramente la revisión de la tradición y la tradición de la revisión, pues retomando a T. S. Eliot:
»El orden existente está completo antes de la llegada de la obra nueva; para que el orden persista después de que la novedad sobrevenga el todo del orden existente debe alterarse, aunque sea levemente. De esta manera se van reajustando las relaciones, las proporciones, los valores de cada obra de arte respecto del todo: he aquí la conformidad entre lo viejo y lo nuevo. Quienquiera que esté de acuerdo con esta idea de orden en la forma de la literatura europea o inglesa no encontrará descabellado que el pasado deba verse alterado por el presente tanto como el presente deba dejarse guiar por el pasado.

Por lo tanto, el sistema no está acabado, desde cierta perspectiva la literatura sigue en proceso, y la crítica comprometida a encontrar relaciones como la de Cien años de soledad con Pedro Páramo; o como la que mantienen la obra de Campobello con la de Rulfo, pues aunque “este acercamiento de las dos obras no pretende que la primera reciba su legitimidad de la fama reconocida de la segunda” sí permite vislumbrar a través de dos clásicos talentos individuales, como en un espejo doble, irisaciones o prismas en común que el tiempo irá acentuando.

lunes, 3 de octubre de 2016

L’ANOFELE VIENE UN’ALTRA VOLTA VERSO DI TE (Trad. Lucia Cupertino)

per  Pepe de la Colina, con affetto

Percorre uno ad uno i palmi che li separano
Avanza con la tenacia di un pugile

Si avvicina con la profonda convinzione

Il progetto improrogabile di offenderti
Introdurre il suo aculeo di filamento sottile
Viene verso di te perché ti ha scelto
Risale la distanza d’aria cristallina

Accompagnato dalla sua terribile personalità

Si avvicina per lasciarti tutto ciò che possiede

Ha scelto proprio te tra un sacco d’altri

Non importa se per lui/lei sei un fiore o un frutto
Ciò che importa è che vuol bere da te,

vuole, da buon amante, mangiarti

lentamente e a tocchetti con dolcezza

Desidera staccare ognuna delle tue membra

Ed irrigare, sedimentare, una saliva sorda

Ti assedierà col suo passo da barracuda

Ti torturerà ripetutamente
come si lacera un condannato

Irromperà nel tuo sonno, col suo sonar

Interverrà sulle soavi maree

per penetrare un sonno leggerissimo  

Mentre lo aspetti, temerario gironzola, fa un giro
e si avvicina alla chiocciola dell’orecchio

come un mollusco che cerca asilo

Dovrai sentirti prigioniero
impetrerai Dio affinché osservi,

gli chiederai con una fede cruenta
che faccia cadere la zanzara dalla punta del cielo.

Affila la sua catana d’argento in silenzio
all’inverso, perforata, scure spirali
che atterrano in direzione del tuo punto polposo.
Non ci sarà peggiore slogan

che essere assillato da questo

piccolo spillo con ali,

messianico cactus che ripara la notte,

terrorista e vampiro: anofele.

Mille e una volte, bucaniere
Una volta per tutte

ti maledico moscuccia lionata.
So che in te le colpe dei miei
peggiori raptus, dei miei chiari
vituperi, prendono forma
e una sorta di finto riposo

Ancora una volta si avvicina tenue
col suo ronzio zittente, come

delle forbici che stridono contro l’aria.
Lo seguo e fugge con astuzia
Sembra conoscere la geografia esatta della mia stanza.
Se la svigna come un malvivente
per notti intere tra silenzi

Mi dà ai nervi la sua visita
È peggio di un lamento fuori dalla porta
Perturba come il tafano geloso

e mentre si allontana in modo inatteso
lo catturo con un colpo digitale.

Resta semi-ferito nelle linee

e nei solchi tremanti della mia mano.

Con tutta la mia crudeltà, fissamente,
comincio ad amputargli tutte
e ognuna delle sue piccole membra.

Per cominciare una zampa che rompo
dopo un’antenna che balbetta il suo stridio
Maledetto, svergognato, cane!

Gli rimuovo due zampe di colpo

e premo sulla testa fieramente.

Ma che brutto che sei, bastardo

Non arrivi neanche ad una bella orridezza
Sei un degno figlio del diavolo

Che strano, mentre ti sfoltivo

sentivo come se lo stessi facendo

a Dio che vigila su questo mondo!

Che piccola faccia di falco
E che bizzarro busto di avvoltoio

Ti ritorci nella tua impotenza
e muggisci come un bebè
che è nato malformato

Mentre consegni il tuo fiato,
mentre ti agiti sul tovagliolo

esploro la tua presenza maligna.

Benché ti rimanga una sola zampa, lotti,
protesti come un astato impregnato
di una morte che osserva.

E tu credi che puoi andare avanti,
figura grottesca. A te, scavato,
a te, chiassoso, voglio lasciarti boccheggiare
come tu hai fatto agonizzare me,
pezzo di una figura commiserevole,

ronzi come un aeroplano inerme
che dovrebbe affogarsi in un mare di sangue
sei un resto di fonderia

La tua impotenza si ipoteca, ma
ti lascerò vivere, macchia di patella,
succhiami tutto il sangue che vuoi
Non credo che, per quanto possa sorbire,
potrai recuperare le tue zampette,
massacratore, né che la mia emoglobina
faccia fiorire le tue ali di gelatina.


(Este poema se incluyó en el libro “Los 43. Poetas por Ayotzinapa”, compilado por Ana Matías, el cual ha alcanzado tres ediciones no venales. La primera se distribuyó en América, la segunda en España y la tercera en Italia, cuya traducción estuvo a cargo de la traductora Lucia Cupertino. Agradezco a todas las personas involucradas en tan loable proyecto haberme integrado.)